LOS ÁNGELES — Rosalía, la cantante que se ha convertido en un fenómeno del pop experimental español y que ha ganado la fama de reinventarse a gran velocidad, a menudo se encuentra resolviendo complejos problemas musicales que ella misma crea. ¿Cómo puede, por ejemplo, mezclar el reguetón con el jazz? ¿O el flamenco con el Auto-Tune?
¿Cómo podría meter una batería digital programada por Tayhana, una productora argentina que reside en Ciudad de México, en una canción de desamor que se asemeja a “Wuthering Heights” de Kate Bush? ¿O deformar una balada tradicional cubana conocida como bolero utilizando un “sample” muy poco conocido de Soulja Boy?
“Es casi como una broma, ¿no?”, comentó Rosalía hace poco sobre sus propuestas que alguna vez fueron abstractas, durante una tarde en el estudio de North Hollywood donde grabó gran parte de su nuevo álbum, “Motomami”, en el que logra incluir todo lo anterior.
A estas alturas, la publicación de tres discos completos que devinieron en una carrera fundamentada sobre ese tipo de mezclas culturales, está acostumbrada a que sus colaboradores la miren con cierta confusión.
No obstante, Rosalía, de 29 años, no es de las que se dejan llevar por una creatividad sin límites, convencida de que algo nuevo se revelará por sí solo. En cambio, suele trabajar a partir de ensoñaciones concretas, imaginando en detalle un producto acabado que combine tantos de sus referentes artísticos como sea posible, sin dejar de sentirse fiel a sí misma y lo suficientemente original como para trascender el simple homenaje.
“Me gustan todos los estilos”, dijo, una generalización que también parecía eufemismo. “Para mí, todo está al mismo nivel”. O, dicho de otra manera: “el contexto lo es todo”, influencias fundacionales reanimadas por un punto de vista personal. “Solo quiero escuchar algo que no haya oído antes. Esa es la intención siempre”.
Incluso cuando Rosalía no está usando literalmente un “sample”, o un “sample de un sample”, como en su nueva canción “Candy”, que fue construida sobre una grabación entrecortada que usó Burial de una pista de Ray J, todavía está tomando cosas prestadas. “Desde hace una eternidad nosotros, como humanos, cuando creamos, tomamos prestado”, aseguró. “De las ideas surge otra idea. Cuando veo que Francis Bacon hace un cuadro basado en uno de Velázquez, pienso que eso es un ‘sampleo’”.
“Mientras lo hagas con respeto, y con amor, creo que siempre tiene sentido”, agregó.
Esa amplitud de ambición creativa ha convertido a Rosalía en una de las artistas jóvenes más vistas, veneradas, escudriñadas, copiadas y solicitadas del mundo, a pesar de que nunca ha tenido un éxito en los primeros 40 lugares en las listas de popularidad de Estados Unidos. Tiene miles de millones de reproducciones en YouTube y Spotify, incluyendo las acumuladas por las colaboraciones que hizo con The Weeknd, Travis Scott y Billie Eilish. Salió con las Kardashian-Jenner, hizo cameos tanto en una película de Pedro Almodóvar como en el video “WAP” de Cardi B, y apareció en las portadas de revistas de moda en todos los continentes.
Antes del lanzamiento de “Motomami”, que sale a la venta el viernes, Rosalía apareció con Jimmy Fallon —enseñándole a pronunciar la R de su nombre— y también en “Saturday Night Live”, donde se presentó sola y cantó en español.
“Al final, su impacto en la cultura es mucho más grande que el cúmulo de sus corrientes”, opinó Rebeca León, mánayer de Rosalía. “Veo que todas las chicas la copian de manera muy literal. No solo las chicas del mundo latino, sino de todo el mundo”.
El álbum anterior de la cantante, “El mal querer”, fue lanzado como proyecto íntegro en 2018, al presentar a Rosalía como una vanguardista segura de sí misma que ahora actualiza la música flamenca que estudio siendo una adolescente en Cataluña, para una era globalizada y digital. (“Los Ángeles”, su debut de 2017, era una colección de flamenco más tradicional, aunque termina con una versión de “I See a Darkness” de Bonnie “Prince” Billy).
No obstante, la unción generalizada de Rosalía como icono pop que construye sus propios mundos, a la manera de Beyoncé o Rihanna —además de la explosión comercial en todo el mundo de la música que desafía los géneros en español— hizo que “Motomami” fuera diseccionado antes de que existiera. En una columna publicada este año en “El País” se decía que había “hecho lo que Miley Cyrus”, pasando de las alusiones líricas a Federico García Lorca a las rimas simplistas y sucias, y a compartir demasiado en las redes sociales.
La verdad es que Rosalía lo quiere todo: ser erudita y vanguardista, sexy, tonta y absurda. En una conversación en “spanglish” intensa, pero llena de risas, hace referencia al “inconsciente colectivo” de Carl Jung y a su obsesión con TikTok; en las letras jura lealtad a Niña Pastori, José Mercé y Willie Colón, pero también a Tego Calderón, Lil’ Kim y MIA.
En las líricas de “Saoko”, un tributo a los pioneros del reguetón Daddy Yankee y Wisin con el que inicia su álbum “Motomami”, la cantante es directa sobre sus objetivos relacionados a la creación de colajes y a los cambios: “Yo me transformo,”, gruñe . “Me transformo”. “Me contradigo”, agrega en español. “Soy todo”. En otra parte, Rosalía rapea: “Creo que soy Dapper Dan”, quien fungió como si hubiera sido creador de “remixes” de contrabando en la alta costura.
Mientras Rosalía lanzaba tantos sencillos que pudo haber creado todo un álbum con ellos en los cuatro años transcurridos desde “El mal querer”, planeaba de manera compleja la creación de “Motomami” como una obra completa con una paleta distinta: sin guitarras (aunque fueron dominantes en sus creaciones musicales anteriores), con una batería “superagresiva”, y muchos teclados pero con armonías vocales mínimas. La ironía y el humor fueron nuevas adiciones a su arsenal temático; aparecieron el sexo y la arrogancia.
“Casi frenética”, dijo sobre su visión: una montaña rusa que atraviesa los altibajos del amor, la fama y la familia, especialmente durante el aislamiento de la pandemia. “Así es exactamente cómo se siente todo el tiempo, estar en este contexto, hacer este trabajo”.
Y es trabajo. Como cantante principal, compositora, productora, intérprete y directora de arte de su proyecto, Rosalía es a la vez una gran colaboradora y una autora que supervisa todos los detalles deliberados.
“No me importa cuán pequeña haya sido tu contribución a la canción; lo voy a poner en los créditos. Así de segura estoy como música”, aseguró. “Pero sé que es perjudicial ponerme a la luz como productora. Porque en el momento en que las personas ven a hombres y mujeres en una lista, asumen... ya sabes cómo es esto”.
“He visto lo que le pasa a Björk. He visto a otras mujeres que han pasado por eso. Pero el tiempo que paso haciendo ese trabajo, dieciséis horas al día durante meses, es una locura”.
Reprendió la actitud con que algunas personas se atreven a dudar de las “fuerzas creativas femeninas”.
“¿Cómo? es que esto aún sigue ocurriendo?”.
Pero su creencia en los frutos de ese trabajo, su conocimiento de que no existe una máquina oportunista, ningún dirigente que controle todo tras bambalinas, significa que aceptará con valentía cualquier crítica y elogio que pueda surgir al estar a cargo y tratar de mantenerse en la vanguardia.
“Ojalá fuera más fácil para mí, que solo fuera al estudio, cantara un poco y saliera de allí”, dijo Rosalía. “Pero el tiempo lo dirá”.
Refunfuñó de nuevo, sonando cada vez más segura de sí misma. “El tiempo lo dirá”.
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